Achicoria
En relación con la salud
El consumo habitual de achicoria durante su mejor temporada de cultivo, es decir, los meses de invierno y primavera, asegura el aporte de distintas vitaminas, minerales y fibra, nutrientes esenciales para regular y garantizar el funcionamiento óptimo de nuestro organismo.
Para niños y deportistas
Por su situación particular (crecimiento, desarrollo y mayor esfuerzo físico), los requerimientos de hidratos de carbono se incrementan. De forma paralela, aumentan las necesidades de vitamina B1, de la que la achicoria es una interesante fuente vegetal.
Por otra parte, el tabaco y el alcohol reducen la capacidad de asimilación de esta vitamina, por lo que las personas que beben o fuman necesitan más vitamina B1, al igual que quienes consumen muchos azúcares o dulces.
Buenas digestiones
El alcohol, el exceso de grasa y de proteína animal son las principales amenazas para el buen funcionamiento del hígado, además de ciertos medicamentos. Hay alimentos que favorecen la función hepática, o su recuperación tras una afección, y de la vesícula biliar, con lo que mejora la digestión de los alimentos.
Ciertos vegetales con ligero sabor amargo, como la achicoria, la alcachofa, la endibia, la escarola, el rábano o la berenjena, tienen estas propiedades. Por ello, la achicoria puede llevar el adjetivo de verdura aperitiva y tonificante del estómago y las funciones digestivas gracias a varios de sus componentes.
Por un lado, cuenta con la intibina, una sustancia amarga común en todas las variedades. La intibina se caracteriza por facilitar el vaciamiento de la vesícula biliar, el llamado efecto colagogo. La vesícula biliar es el lugar donde queda almacenada la bilis, que se vierte al duodeno cuando llegan las grasas de la digestión de los alimentos. De la misma forma, la intibina colabora en el buen funcionamiento del hígado, con lo que favorece de dos maneras la digestión de las grasas. Por otro lado, aporta inulina, un hidrato de carbono abundante en las hojas y en la raíz de la achicoria que estimula el apetito y favorece la digestión. Por todo ello, el consumo de achicoria conviene a las personas que padecen trastornos de la vesícula biliar, hígado perezoso, dispepsia, anorexia (pérdida de apetito), etc. Razones no le faltaron al médico griego Galeno para considerarla, ya en el siglo II d.C., como la planta amiga del hígado.
Buena para la vista
El mecanismo que explica la relación de la vitamina A con la vista se relaciona con una forma activa de dicha vitamina, el 11-cis-retinal. Ésta combina con una sustancia orgánica (opsina) con la que forma un compuesto activo llamado rodopsina que se encuentra en la retina del ojo humano. Los rayos de luz de baja intensidad descomponen la rodopsina de los bastoncillos (receptores sensibles a luz que hay en la retina) y por medio de una serie de reacciones químicas se produce la excitación del nervio óptico y origina en el cerebro estímulos visuales. Cuando no hay suficiente cantidad de vitamina A, se produce ceguera nocturna porque los bastoncillos son sensibles a la luz de baja intensidad. Así, el consumo achicoria resulta útil para quienes padecen problemas oculares, como fotofobia, sequedad ocular o ceguera nocturna.
Exceso de peso
La achicoria comparte con la mayoría de verduras su bajo valor energético, de ahí que se le dé a ésta tanta importancia, siempre que se cocine con poca grasa, en la dieta de las personas que siguen dietas de adelgazamiento.
Prevención de enfermedades
El contenido de beta-caroteno o provitamina A de la achicoria, de acción antioxidante, le convierte en una verdura recomendada para toda la población, habida cuenta del papel que juegan los antioxidantes en la prevención de enfermedades cardiovasculares, degenerativas y del cáncer.
Los antioxidantes bloquean el efecto dañino de los denominados "radicales libres". Existen situaciones que aumentan su producción: el ejercicio físico intenso, la contaminación ambiental, el tabaquismo, las infecciones, el estrés, dietas ricas en grasas y la sobre exposición al sol. Además, la relación entre antioxidantes y enfermedades cardiovasculares es hoy una afirmación bien sustentada. Se sabe que es la modificación del llamado "mal colesterol" (LDL-c) la que desempeña un papel fundamental en el inicio y desarrollo de la aterosclerosis. Los antioxidantes pueden bloquear los radicales libres que modifican el llamado mal colesterol. Así, contribuyen a reducir el riesgo cardiovascular y cerebrovascular.
Si se tiene en cuenta la capacidad del organismo para transformar el beta-caroteno en vitamina A, el consumo de vegetales ricos en este elemento es una vía para cubrir los requerimientos de dicha vitamina. En este sentido, se ha de prestar especial atención al aporte dietético de vitamina A en aquellas situaciones en las que los requerimientos aumentan, como en las etapas de crecimiento, embarazo y lactancia materna. Asimismo, conviene vigilar el aporte de esta vitamina en los casos en los que se disminuye el aprovechamiento o se producen mala absorción de dicho nutriente: consumo de tabaco, abuso del alcohol, empleo de anticonceptivos orales y de diuréticos, situaciones de estrés o defensas disminuidas, actividad física intensa, etc.
El consumo de alimentos ricos en provitamina o vitamina A es recomendable en personas propensas a padecer infecciones respiratorias (gripes, faringitis o bronquitis), problemas oculares (fotofobia, sequedad o ceguera nocturna) o con la piel seca y escamosa (acné incluido). Además, la disponibilidad de beta-caroteno aumenta con la cocción, por lo que la achicoria cocida sigue siendo buena fuente de esta provitamina.
Laxante y diurética
La achicoria tiene un suave efecto diurético gracias a su elevado contenido en agua y en potasio. Por ello, puede ser útil para quienes padecen hipertensión, retención de líquidos, hiperuricemia, gota o artritis y oliguria (producción escasa de orina). También contribuye al aporte de fibra en la dieta, conveniente para prevenir o mejorar el estreñimiento.